¿Te imaginas a Drácula sin dentadura? ¿Y a un elefante sin sus colmillos? Los caninos superiores e inferiores son piezas dentales de gran importancia, que infieren temor, despiertan admiración y nos dan pistas sobre la evolución de los seres vivos.
La principal función de los colmillos es la de desgarrar los alimentos, una tarea que comparten con los incisivos, encargados del corte, y los molares, especializados en la masticación y trituración de los alimentos.
En este artículo, exploraremos lo que han representado los colmillos a lo largo del tiempo, cuál es su origen y cómo se han convertido en las piezas dentales más icónicas de la cultura popular.
Si queremos conocer el origen de los colmillos, debemos retroceder unos 270 millones de años, y estudiar a los dicinodontes, unos parientes lejanos de los mamíferos modernos, que vivieron desde mediados del Pérmico hasta el Cretácico inferior, y que fueron los primeros animales equipados con colmillos.
¿Sabías que hay colmillos que nunca dejan de crecer? En el caso de los dicinodontes, algunas subfamilias de estos protomamíferos tenían los colmillos recubiertos de esmalte, por lo que sus dientes no crecían, pero eran más resistentes a los impactos, similares a los de los humanos.
En cambio, otras subfamilias de los dicinodontes no poseían esmalte en sus colmillos, sino exclusivamente dentina, por lo que eran menos resistentes, pero crecían de forma contínua. Este proceso es similar al de los elefantes, quienes pierden el poco esmalte de sus colmillos a medida que les van erupcionando. Los colmillos permanentes de los elefantes crecen a un ritmo de unos 15 centímetros por año.
La contraparte de los colmillos de los elefantes es que, al estar la dentina tan al descubierto y sin protección, les hace muy sensibles a los golpes, y cuando esta pieza se fractura, queda al descubierto la pulpa dental, pudiendo provocar graves infecciones que incluso acaben con la vida del animal.
El mito y el personaje del vampiro llevan latentes en el folclore popular desde tiempos inmemoriales y se han convertido en objeto de deseo de cineastas, escritores, pintores, músicos y un sinfín de profesiones culturales.
La primera adaptación a la pantalla sobre el aristócrata inmortal fue el largometraje húngaro Drakula halála (Károly Lajthay, 1921), y a pesar de que hoy en día sea un largometraje perdido, se conservan un par de fotografías donde se observan los rasgos sobrenaturales del vampiro, con el cabello peinado hacia atrás y la orejas puntiagudas, buscando dar al rostro del actor Paul Askonas una apariencia de murciélago humanizado.
Si bien el Drácula de Bela Lugosi tenía una dentadura totalmente normal, la versión del vampiro que se ha asentado en nuestro imaginario colectivo es sin duda el Drácula de largos colmillos afilados de Christopher Lee, actor británico que, como curiosidad, ha sido el que más veces ha interpretado al conde Drácula en la historia del cine.
Esta sed de sangre proveniente de los vampiros tiene su origen en los desmodontinae, subfamilia de murciélagos que se nutren exclusivamente de sangre (hematofagia).
Los incisivos superiores de estos animales carecen de esmalte, lo que les permite estar permanentemente agudos y afilados para morder a sus presas e inyectarles su saliva, que actúa como anticoagulante, prolongando el desangrado.
Pero el folklore, los mitos y las leyendas sobre los colmillos de los animales tienen otra cara mucho menos amable que la de los vampiros. El tráfico de colmillos de jaguar es un negocio ilegal y lucrativo que amenaza a esta especie en peligro de extinción en los bosques de Bolivia.
Debido a la mística asiática de que sus colmillos, piel, garras y testículos pueden aumentar la potencia sexual de los hombres y curar enfermedades, las piezas de tigres y jaguares se llegan a vender por entre 2000 a 20000 dólares en el mercado negro chino. En cuanto al precio de sus colmillos, oscila desde 150 hasta 400 dólares.
Pero los de los grandes felinos no son los únicos colmillos que cotizan en el mercado negro. La joyería cinegética es aquella que utiliza trofeos de caza para incorporarlos a cada una de las piezas: colmillos de jabalí, dientes de ciervo, etc.
Por último, majestuoso y sorprendente, el elefante es, por desgracia, el animal a la cabeza de la caza furtiva. La demanda de marfil ha tenido un impacto significativo en la población de elefantes y otros animales salvajes.
Según World Wildlife Fund (WWF), los elefantes han perdido el 70% de sus poblaciones en los últimos 40 años. En las sabanas y selvas africanas, en la actualidad solo viven unos 415000, y cada año se matan cerca de 20000 elefantes a causa del mercado negro del marfil.
Fotografía de Javier Rioja
Desde la literatura clásica hasta las leyendas populares, los colmillos han sido elementos que han desencadenado reflexiones profundas sobre la naturaleza humana. Ahora, está en nuestras manos poner fin a la comercialización de las especies en peligro de extinción, para que tigres y elefantes no se conviertan en criaturas míticas debido a la comercialización de sus colmillos.