El tener una bonita sonrisa, no sólo sana y alineada, sino también dientes más blancos y brillantes, es una realidad cada vez más ansiada por la sociedad.
Los tratamientos de blanqueamiento dental están a la orden del día, y muchos pacientes los demandan cada vez más en las clínicas dentales. También es cierto que, en ocasiones, se está abusando de “productos mágicos o milagrosos” vendidos por Internet, prometiendo maravillosos resultados y lo único que se consigue es deteriorar los dientes y crear más adicción al no conseguir los resultados esperados.
La palabra blancorexia significa obsesión por conseguir unos dientes lo más blancos posible.
La principal consecuencia es que las personas que la sufren tienen siempre la sensación de tener sus dientes oscuros y una preocupación constante por no alcanzar resultados imposibles en dientes naturales, generando un inconformismo y viéndose afectada incluso la autoestima de la persona.
En ocasiones, vemos pacientes con expectativas poco realistas y los profesionales debemos dedicar tiempo para explicarles y que entiendan bien los motivos de discoloración dental y los posibles resultados que se pueden obtener con un buen tratamiento profesional.
Estos problemas todavía se agravan más cuando la persona recurre a métodos caseros y productos blanqueadores sin supervisión de un dentista especializado, viéndose afectada la superficie del diente, deteriorándose el esmalte y la dentina, y produciéndose el efecto contrario.
Se puede llegar a poner en serio peligro la salud oral sin ser conscientes de ello.
La falta de información o conocimiento de la materia y la motivación por parte de personas con peso social como “influencers”, el bombardeo publicitario o las redes sociales, hace que muchas personas den el paso a utilizar estos productos nocivos para la salud en muchos casos, y sin un control profesional.
Algunos de los perjuicios que puede ocasionar la blancorexia y el uso de estos productos en casa, son:
Cada paciente o más bien cada diente, responde de manera diferente a un tratamiento de blanqueamiento dental. Por ese motivo dichos tratamientos deben de ser personalizados y diferentes entre pacientes. Son tratamientos a medida respondiendo a las diferentes necesidades.
Los tratamientos no consisten en elegir el tono que queremos, sino que habrá que esperar a ver la evolución durante el transcurso del tratamiento, obteniendo muy buenos resultados en la gran mayoría de los pacientes, pero en una minoría suele ser más complejo, siendo dientes más “rebeldes” o difíciles, como pueden ser los dientes con discoloraciones oscuras por tetraciclinas.
En estos casos es donde los pacientes se pueden mostrar descontentos o insatisfechos con los resultados y si esto se convierte en obsesión, algunos echan mano de los nombrados anteriormente “productos milagro” como el bicarbonato, ciertos ácidos o el carbón activo, que en vez de mejorar lo que hacen es dañar el diente aparte de ser inefectivos en el cambio de coloración del diente.
Los productos que realmente cambian el color del diente, son agentes químicos (habitualmente el peróxido de Hidrógeno o Carbamida), que por su composición sólo pueden administrarlos profesionales de la salud bucal, ya que requiere tener unos conocimientos específicos para su administración y uso.
Los tratamientos de blanqueamiento dental realizados por dentistas especializados en estética dental suelen ser muy sencillos de realizar, pudiendo apreciar resultados desde el primer día y siendo muy duraderos y estables en el tiempo.
En dependencia del tono y necesidades del paciente, se pueden realizar dichos tratamientos en clínica o en domicilio por medio de unas férulas personalizadas.
Para unos resultados óptimos es imprescindible una buena higiene por parte del paciente, seguir todas las pautas indicadas por el profesional y un mantenimiento a posteriori.
Para un mayor control y medición en la evolución de los tratamientos de blanqueamiento, utilizamos en la clínica no sólo fotografía (que ayuda muchísimo) sino también aparatos con tecnología puntera, llamados espectrofotómetros, que nos sirven para medir el color interno del diente y ver hasta dónde son capaces de cambiar, pudiendo comprobar el mejor de los resultados y, por lo tanto, cuándo finalizar el tratamiento.
En muchas ocasiones, los pacientes tienen un concepto confundido en cuanto al color o forma de los dientes ideal que suelen ver en revistas de moda, televisión o cine, ya que muchos de esos ejemplos no son dientes naturales blanqueados sino carillas cerámicas (que son fragmentos cerámicos muy finos, que se adhieren a la superficie del diente y que se pueden elegir colores ultra claros y opacos, en muchas ocasiones desvirtuando la naturalidad que nos puede aportar un diente real).
Este dato es el que hace que muchas veces los pacientes puedan tener expectativas demasiado elevadas, confundiendo tratamientos, incluso sobrepasando la barrera de lo natural y lo artificial.